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Sombras en el Litoral: La Tuberculosis que Consume la Penitenciaría desde Adentro

 En las entrañas de la Penitenciaría Regional del Litoral, un coloso de hormigón y alambradas en la vía a Daule de Guayaquil, la tuberculosis no es solo una enfermedad: es un verdugo silencioso que devora vidas en el anonimato de pabellones hacinados. Este jueves 26 de septiembre de 2025, un grito de auxilio reverberó desde sus muros a través de un mensaje desesperado compartido en redes sociales por un seguidor de un canal comunitario. "Dios me los bendiga a todos les saluda Mr Kony", comienza el texto, firmado por un recluso que, bajo el alias que evoca un pasado turbulento, suplica ayuda para combatir un mal que lo carcome: tuberculosis pulmonar. "Estoy pasando por un proceso muy fuerte de salud y les pido de todo corazón su ayuda. Tengo que comprar unos medicamentos que son caros aquí donde me encuentro y mi familia es de bajos recursos, mi mamá me ayuda con lo que más puede a pesar que tiene una edad avanzada. Por favor ayúdenme, se los pido de todo corazón. Dios me los bendiga hoy, mañana y siempre."

Mr Kony —un nombre que, en el argot carcelario, podría aludir a un apodo forjado en las calles de Guayaquil, donde la supervivencia se mide en favores y deudas— no es un caso aislado. Su historia, filtrada a través de un familiar o amigo que monitorea el canal desde afuera, pinta un retrato crudo de la crisis humanitaria que azota esta prisión, la más grande de Ecuador con capacidad para 5.000 pero que alberga a más de 7.100 almas en condiciones que rozan lo inhumano. El pabellón 7, convertido en un improvisado centro de aislamiento desde abril, resguarda a decenas como él: figuras encorvadas por la tos crónica, envueltas en mascarillas raídas, esperando brigadas médicas que llegan con cuentagotas del Ministerio de Salud Pública (MSP). "Aquí el aire es espeso, como si el virus flotara en cada aliento compartido", describe un informe reciente del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH), que estima al menos 500 casos activos solo en este complejo, muchos resistentes a los antibióticos estándar.La tuberculosis pulmonar, esa bacteria traicionera (Mycobacterium tuberculosis) que se propaga por gotitas en el aire de espacios confinados, ha mutado en pandemia interna. En lo que va de 2025, el MSP reporta 1.131 personas privadas de libertad (PPL) en tratamiento nacional, con 553 concentrados en el Litoral —más de la mitad de los 1.115 casos totales detectados en 12 cárceles del país. Pero las cifras oficiales chocan con la realidad: entre enero y agosto, 394 reclusos murieron en esta penitenciaría, y de ellos, al menos 121 por enfermedades, con la tuberculosis encabezando la lista junto a desnutrición crónica e insuficiencia respiratoria. En las últimas 24 horas, ocho más perecieron, según un reporte de Diario Extra, elevando el conteo diario a entre dos y cinco víctimas, muchos sin acceso a exámenes de confirmación por falta de pruebas rápidas moleculares. "No son números, son hijos, hermanos que se van tosiendo en la oscuridad", lamenta un familiar anónimo en un post de X que acumula cientos de reacciones.El panorama se remonta a marzo, cuando un brote letal cobró cinco vidas en un solo día —hombres de 22 a 37 años, hallados en el pabellón 12—, desatando un cerco epidemiológico que el COE cantonal de Guayaquil exigió levantar por ineficaz. El MSP niega fallecimientos directos por la enfermedad, argumentando que los decesos tienen causas "primarias" distintas y que 290 PPL han sido tamizados este año, confirmando 138 presuntos casos. Sin embargo, el ministro Edgar Lama admitió en X la necesidad de un informe detallado tras protestas de familias que irrumpieron en sus oficinas con exámenes en mano. Organizaciones como la Fundación iO y el CDH claman por una emergencia sanitaria: "Sin ventilación, nutrición adecuada ni tratamientos continuos, es un holocausto lento", advierten, recordando que Guayas concentra el 53% de los 5.476 casos nacionales de 2024, un patrón que se acelera en 2025 con 1.012 infecciones reportadas.


Detrás de Mr Kony late una vida truncada por la pobreza y el crimen. Su familia, de "bajos recursos" como él dice, lucha contra el costo de fármacos como rifampicina e isoniazida, que en farmacias externas superan los 100 dólares mensuales —una fortuna para una madre mayor que malvive de remesas esporádicas. En el interior, el economato penitenciario ofrece versiones genéricas, pero escasas y a precios inflados por intermediarios. Historias como la de Diego Armando Estupiñán, 37 años, condenado por robo y muerto en septiembre por tuberculosis agravada por negligencia, o Allan Sarmiento, 32, quien solicitó un habeas corpus para atención hospitalaria horas antes de exhalar su último aliento en agosto, multiplican el eco de su súplica. En agosto, 14 reclusos perecieron en 48 horas, muchos por esta plaga; en septiembre, el pabellón 1 vio dos cuerpos sin violencia aparente, de 26 y 32 años.Esta penitenciaría, bajo control militar desde febrero con 43 contenedores de la Armada vigilando sus 12 pabellones, es un polvorín sanitario en medio del conflicto armado interno declarado en 2024. Reubicaciones del Grupo de Tarea 71.2 han dispersado a 401 enfermos a la cárcel Regional Guayas, pero el hacinamiento persiste, fomentando contagios en un 40% anual, según la Organización Panamericana de la Salud. Familias como la de Henry Herrera Echeverría, preso por narcotráfico y al borde de la muerte en el pabellón 8, claman en Facebook y X por donaciones o intervenciones de la ONU y la OEA. "Es un abandono sistemático", acusa el CDH, que en septiembre exigió declaratoria de emergencia ante 40 muertes confirmadas por tuberculosis en ocho meses.El mensaje de Mr Kony, con su fe ingenua en un Dios que bendice "hoy, mañana y siempre", trasciende las rejas como un faro en la niebla guayaquileña. Mientras el Servicio Nacional de Atención a Privados de Libertad (SNAI) promete más tamizajes y el MSP insiste en que "no hay crisis", la tos colectiva del Litoral interroga al Estado: ¿cuántas súplicas más para que el cerco epidemiológico sea más que un parche? En Guayaquil, donde el río Guayas lame los muelles como testigo mudo, esta tuberculosis no solo enferma cuerpos, sino que infecta el alma de una nación que debe elegir entre el olvido y la redención. Si alguien lee esto y puede ayudar —con medicamentos, visibilidad o presión a autoridades—, el eco de Mr Kony espera respuesta. Porque en el Litoral, la vida no se mide en días, sino en alientos robados.




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