En el tramo serpenteante de la vía Calceta-Tosagua, esa carretera de 14,56 kilómetros que une como un hilo frágil los cantones Bolívar y El Carmen en el corazón de Manabí, el mediodía de este viernes 26 de septiembre de 2025 se transformó en un escenario de horror puro. Hace apenas minutos, alrededor de las 12:30, un sicariato ejecutado con la frialdad de un reloj marcó otro capítulo sangriento en la crónica de violencia que ahoga a la costa ecuatoriana. La víctima, un hombre de entre 35 y 40 años cuya identidad aún se reserva por respeto a la familia en proceso de notificación, descendió de su camioneta estacionada junto al local comercial Tía —un supermercado de cadena que sirve como faro para viajeros y locales en ese sector semi-rural— para estirar las piernas o quizás comprar un refresco, cuando dos sujetos en motocicleta irrumpieron desde un camino lateral. Los disparos, una ráfaga de al menos ocho balas de 9 mm, lo alcanzaron en el pecho y la nuca, derribándolo sobre el pavimento caliente mientras el eco de la detonación rebotaba en los manglares cercanos. El cuerpo quedó inerte, con la sangre empapando el asfalto, a escasos metros de la entrada del Tía, donde clientes petrificados se arrojaron al suelo entre gritos y el estruendo de vidrios rompiéndose en el interior.
Unidades de la Policía Nacional del Ecuador (PNE), alertadas por el ECU 911, arribaron en menos de diez minutos: patrulleros del Distrito Bolívar con sirenas aullando, seguidos de una ambulancia del MSP que confirmó la muerte en el lugar —sin pulso, con hemorragia masiva y signos de ejecución sumaria—. Personal de emergencia, incluyendo paramédicos con chalecos antibalas y peritos del Servicio de Investigación Criminal (SIC), acordonaron la zona con cintas naranjas y desplegaron conos reflectantes, recolectando casquillos humeantes y analizando huellas de neumáticos en el polvo rojo de la vía. El general Daniel García, jefe de la Zona 5, declaró en el sitio: "Es un ataque dirigido, posiblemente por deudas o rivalidades en el bajo mundo; tenemos videos de cámaras cercanas que capturaron la moto asesina". Mientras tanto, el Ministerio del Interior activó el protocolo Fénix, intensificando checkpoints en accesos a Calceta —cabecera de Bolívar, con su plaza central y mercado dominical ahora teñido de temor— y Tosagua, un cantón agrícola que ya lidia con inundaciones estacionales en su río homónimo.
Calceta-Tosagua no es un rincón virgen de la violencia. Esta vía, vital para el traslado de cosechas hacia el puerto de Manta —a solo 45 minutos—, ha sido escenario de emboscadas recurrentes desde 2022, cuando un sicariato similar en el barrio San Felipe de Calceta cobró la vida de Luis Galdino Bravo Zambrano, un hombre de 32 años baleado mientras charlaba con una amiga, elevando las alertas en Manabí. En febrero de 2025, el desborde del río Carrizal inundó calles en ambos cantones, pero fue la ola de homicidios —con 28 en Bolívar solo en lo que va del año, según el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado— la que ha convertido esta ruta en un corredor de muerte. Bandas como Los Lobos, disidentes de Los Choneros, disputan plazas para el tráfico de cocaína camuflada en camiones de banano, extorsionando a transportistas y comerciantes del Tía con "vacunas" que oscilan los 200 dólares mensuales. La víctima, apodado "El Flaco" en círculos locales, era un chofer de carga con antecedentes menores por porte de arma en 2023, y fuentes policiales susurran sobre una deuda de 5.000 dólares con prestamistas narco que pudo sellar su destino.La conmoción se extiende como reguero de pólvora: en Calceta, el alcalde José Zambrano convocó una asamblea de emergencia en la Casa de la Cultura, donde residentes como el agricultor Pedro Alcívar, de 60 años, clamaron: "Esta vía es nuestra vida, pero ahora es una trampa mortal; ¿dónde están las FF.A.A. que prometieron patrullajes?". En Tosagua, escuelas suspendieron clases vespertinas, y el Sindicato de Choferes bloqueó temporalmente el tramo para exigir más seguridad, recordando el paro nacional del 23 de septiembre que ya había cerrado parcialmente la ruta por protestas. Manabí, con 912 asesinatos en 2025 —un 20% más que el año anterior—, ve en este sicariato un eco de masacres como la de Rocafuerte en julio, donde cinco murieron en una balacera por control territorial.
Mientras el sol se pone sobre los manglares, tiñendo el río Tosagua de rojo como presagio, las diligencias continúan: el cuerpo viaja al Servicio Médico Legal de Portoviejo para autopsia, y la PNE ofrece 10.000 dólares por tips anónimos al 1800 DELITO. En esta vía que une sueños de progreso con realidades de plomo, el ataque al Tía no es solo un hecho puntual: es el pulso acelerado de una provincia en guerra interna, donde cada kilómetro recorrido es un acto de fe. Calceta y Tosagua, con sus fiestas patronales postergadas y sus campos fértiles ahora sembrados de miedo, esperan que este mediodía de sangre sea el último grito antes de una paz esquiva. Pero en Manabí, donde el Pacífico ruge indiferente, el sicariato susurra que la próxima ráfaga está siempre a la vuelta de la curva.
0 Comentarios