MI EXPERIENCIA CON LA AYAHUASCA
Por Luis Alberto Bravo
[Un amigo me ha escrito para que le relatara a él y a su novia cómo fue mi experiencia con la ayahuasca. Reparé que hace unos días cumplí ocho años de aquella ingesta. La única que hice y no la haré más. Leí en alguna parte que las tres experiencias más grandes o donde experimentas con DMT son el nacimiento, la ayahuasca y la muerte. Y las mujeres tienen un plus con la experiencia durante el parto.
Le compartí un fragmento incluido en mi último libro. Este texto lo escribí al día siguiente de la ceremonia.]
"La ceremonia empezó a las nueve de la noche. Y el efecto me duró hasta las 2 de la madrugada. Escribí esto después de la experiencia:
No soy cristiano. Pero sus deidades se me revelaron. Yo era agnóstico… De alguna manera lo sigo siendo. Los agnósticos no tenemos los conocimientos para entender ni demostrar la existencia de Dios. Ahora tengo un conocimiento, pero dudo de que entienda a Dios, incluso aquel conocimiento me resulta insuficiente para demostrar su existencia. El asunto se vuelve complejo porque ahora dudo que haya un único Dios. Uno solo. Me remito a lo que vi: hay un mundo superior de seres superiores. ¿Y si Dios es la suma de un conjunto de dioses? Solo tengo una certeza: nunca tendremos la capacidad de entender lo divino. Sea lo que sea, existe, pero no hay que imaginarlo. Era verdad, la ayahuasca te abre a otros portales, a otras dimensiones. Me encontré con gente que parecían anuncios de neón ofreciéndome dinero. Y Dioses que me miraban con extrañeza y curiosidad. Y el tic tic del reloj mental confundiéndose con el pum pum del corazón. Cuando se agitaban los calmaba diciendo: “Yo vine con amor y doy amor. Yo amo”. Al inicio tenía efecto decirlo, pero luego perdí el control. Te asaltan tus propios conocimientos. Te supera. Es imposible digerirlo en un segundo. Sospecho que las personas que están en la civilización la pasarán peor que los aborígenes. Porque la información cultural me torturaba y se presentaba más terrible que la natural. Ejemplo, un animal del bosque no me daba tanto miedo como un cómic que había visto de niño.
Mi experiencia con la madre ayahuasca tuvo dos facetas: en la primera —la más breve y también la más hermosa— me trasladé a la vida después de la muerte. Y ahí solo descubrí que había más vida. Y era mejor. Era como otra versión de esta vida y otra versión y así hasta el infinito. La única riqueza era el recuerdo de las cosas vividas: como la primera vez que vi el mar, o las veces en que fui feliz. Yo era solo mente viajando por un universo, algo así como mi conciencia viajando por el inconsciente colectivo. Y podía ver todas las mentes, todas las ideas y todas las versiones de las cosas. La experiencia era tan maravillosa que no echaba de menos nunca más volver a la vida, a la realidad objetiva. La de acá era eterna. Podía ver todas las versiones de mi madre, todas las ideas que no tuve y a las cuales tantas veces me acerqué. Aprendí el secreto profundo de la vida: solo había que ser feliz y bondadoso mientras viviera. Tantas voces ignoradas las escuché con mucha atención. Repito. Al morir, vuelves a un estado maravilloso. Algo así como vida eterna. Y todo se trata de sentir. Sentir el viento, los árboles, los abrazos, las flores, querer, amar. Logras entender que la vida es un regalo. El mejor de todos los regalos. Y descubres que frases como la vida es bella o qué maravilloso es vivir, tienen tanto sentido. Admiras y vas adquiriendo conocimientos, como que hay que vivir cerca de la naturaleza. Lo maravilloso que es sembrar un jardín. Fundar un jardín. Un Edén propio. Los animales salvajes de la selva se me revelaron como entidades demoniacas: jaguar, culebra, cuervo…, o si no lo son, concentran mucho mal. El jardín es una forma de limpieza de la selva, hay que vivir en armonía. Entendí que el jardín edénico del que habla la religión católica era eso. Bajo los efectos de la planta, percibí que los sonidos de los insectos se intensificaron. Podía escuchar el andar de las hormigas en la selva, cantos de gallos a cientos de kilómetros los podía oír. Y voces de hace muchos años de episodios olvidados los volví a escuchar. En la segunda, la Pachamama, me regañó, me juzgó, me asustó también. La madre ayahuasca me habló con el lenguaje de las plantas. Y tuve la siguiente iluminación: el budismo es verdadero o se acerca a la verdad. Solamente yo era un niño que había viajado a las montañas. Me dejó una enseñanza, no hay que preocuparse por lo que va a venir, no hay infierno. El infierno católico de todo eso en llamas, nunca lo vi. No lo padecí. Si hay un infierno es el psicológico. Uno sumamente terrible en donde experimentas la locura y el no poder concentrar la consciencia. Diciéndote todo el tiempo que así quedarás para toda la eternidad. Nunca más podrás salir de ahí. Los dioses se me reían cruelmente, me humillaban y me daban a entender que todo era ilusión, que nada existe, nada existió ni siquiera ellos. Cuando Jolene, me habló para tranquilizarme, la vi convertida en calavera. No sé qué signifique aquello. Pero no tuve miedo de ella. Estaba tan aterrado que verla así no fue peor. Finalmente la planta me mató. Pero me regresó en el momento exacto para que empezara a vivir de acuerdo a los nuevos preceptos. Pancho se apareció en mis visiones. Iba siempre a mi izquierda. Me acompañaba, era como un guía. Y tuve otras revelaciones. ¡Sí hay Dios! Pero no hay que imaginarlo. No hay que perder el tiempo con las religiones. Son todos partidos políticos de la fe. La única enseñanza que me atrevería a llevar es que el único sensor es la paz; cuando estás haciendo bien las cosas, experimentas paz exterior e interior. A mí, los dioses me comunicaron que debíamos aceptar lo que ellos nos dieran, sí, pero con mucha humildad. Sin anhelar nada. Me dijeron que no me esforzara por encontrarle explicaciones al enigma de la vida. Y solamente aceptar la vida como un regalo que dejaron en la puerta de la casa. Simplemente disfrutarlo. No hay que perder el tiempo tratando de conocer quién lo obsequió ni mucho menos averiguar de qué material está hecho el regalo. Ay de quién quiera entenderlo todo. Y siempre tratar de ser feliz, siempre. O intentar serlo. Y si lo eres, tratar de que alguien más lo sea. Decir a nuestros familiares que los queremos y salir a abrazar a quien odias o envidias. Esta es una vida, sí, pero hay muchas vidas. Y todas vas a vivirlas. Después de la muerte, entras en una serenidad absoluta, luego es un camino oscuro, luego una voz que no se escucha, pero te dice: "Vas a saber de qué se trataba la vida. De esto:”. Y entonces tu mente admirará todas las cosas hermosas y buenas que hiciste en la vida. Estarás extasiada y agradeciendo por haber vivido. Recordarás hasta el viento que rozó tu nariz a los 3 años. Todo, absolutamente todo. Y así, hasta la eternidad.
Al despertarme, la mujer del chamán me dijo que los duendes se le habían presentado y le aconsejaron que yo dietara con Chanca Piedra. El resto del día estuve muy iluminado y me puse a escribir textos iluminados. Llego a la conclusión de que el inconsciente colectivo es como el WiFi y los satoris son las claves para acceder a cierta información valiosa. " *
* "Asia" (2023), Luis Alberto Bravo.
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