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GERARD PIQUE Y SU RELACIÓN CON ALEX FERGUSON

 GERARD PIQUÉ: "Vuelvo la vista atrás a estos últimos 10 años de mi carrera y he ganado el Mundial, la Champions League, la Liga, la Copa del Rey… Lo he ganado todo, tal y como me gusta recordarles a mis amigos del Madrid por WhatsApp. 


Pero hace 10 años estaba en lo más bajo. De no haber sido por Sir Alex Ferguson, mi carrera profesional podría haber sido completamente diferente.


Llegué a Manchester cuando era un niño y me fui de allí hecho un hombre. Fue una época muy confusa para mí porque nunca antes había vivido fuera de casa. Durante mis primeros 17 años, crecí en la academia del Barcelona y era casi como jugar en un equipo de colegio o algo así. Conocía a todo el mundo y estaba cerca de mi familia. Para mí, el fútbol no era más que diversión. No entendía para nada que había una faceta relacionada con los negocios. Y cuando llegué al United, sinceramente, fue todo muy impactante.


En uno de mis primeros partidos en Old Trafford, estábamos en el vestuario preparándonos para el partido y yo estaba nerviosísimo. Imaginadlo. Tenía 18 años y estaba en el vestuario poniéndome las medias al lado de Ruud Van Nistelrooy, Ryan Giggs y Rio Ferdinand. En ese momento, quería ser invisible. Yo pensaba para mí mismo: “Dedícate a hacer tu trabajo y trata de pasar desapercibido”.


Estábamos ahí sentados, esperando a que el míster entrara y nos diera la charla, y mientras, yo estaba sentado literalmente al lado de Roy Keane. El vestuario era tan pequeño que nuestras piernas casi se tocaban. No había espacio en absoluto.


No se oía absolutamente nada. Y de repente, se empezó a oír una pequeña vibración. Muy bajito.


Bzzzzzz ……


………….. Bzzzzzzz.


Roy empezó a mirar alrededor del vestuario.


Bzzzzzzz …..


Oh, mierda.


Me di cuenta de que era culpa mía. Era mi teléfono móvil. Lo había dejado en vibración y estaba en el bolsillo de mi pantalón, metido en la bolsa de ropa que colgaba justo detrás de la cabeza de Roy.


Roy no podía localizar de dónde venía el sonido. Y se puso a dar vueltas como un loco por todo el vestuario. Empezó a gritarnos a todos: “¿De quién es ese teléfono?”. “¿De quién. Diablos. Es. Ese. Maldito. Teléfono?”.


Finalmente, decidí hablar, como si fuera un niño pequeño. Y muy bajito, le dije: “Lo siento, es mío”.


Roy puso su brazo alrededor mío, se rio y me dijo que no me preocupara. Fue increíble. Casi me cago encima. Pero fue una buena lección".



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